Begoña Velasco Vieites. Activista de SOS Racismo Bizkaia – Bizkaiko SOS Arrazakeria
Es algo que me pregunto desde que, hace algunos años, escuché por primera vez la palabra Abya Yala. Busqué por Internet y encontré que el término es originario del pueblo Tule – Kuna (Panamá y Colombia), y se traduce como “tierra en plena madurez”, “tierra de sangre vital”. Las comunidades, organizaciones e instituciones de los pueblos indígenas, comenzaron a utilizarlo por la década de los noventa del siglo XX, para referirse al continente que se conoce como «América», argumentando que ese nombre o la expresión «Nuevo mundo» son “propios de los colonos europeos y no de los pueblos originarios. Entonces, entendí que América (el continente) no se llamaba América antes de que los españoles “descubrieran” que existía. A partir de ese día, iba preguntando a familiares y amigas si habían escuchado alguna vez la palabra Abya Yala, y nadie la conocía.
Empecé a leer más y entendí que los hechos históricos se pueden manipular. Te puedo contar una historia de la manera en que yo considere, editando por aquí, omitiendo por allá y listo. Pero la verdad no es como nos la cuentan, es mucho más compleja. No hay más que leer otros libros que ven los mismos hechos históricos desde otra perspectiva. Como la obra del peruano Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno, donde describe las injusticias del régimen colonial a lo largo de 1180 páginas y 397 láminas dibujadas (que presuntamente terminó de escribir en 1615). Disponible en línea en la Biblioteca Real de Dinamarca para aquellas personas que quieran saber más.
¿Qué nos contaron de la colonización? En la escuela nos contaron que el 12 de octubre de 1492 se produjo el descubrimiento de América, sin mencionar nada sobre el sometimiento, la dominación, la explotación, la violencia, etc. La historia ha sido manipulada para que solo recordemos que los españoles, hicieron algo memorable, grandioso, una contribución a la humanidad. Los manuales escolares de historia son el principal medio de transmisión de conciencia histórica y de construcción de la identidad, estructurando representaciones sociales y culturales.
Sabemos que los países del Abya Yala, se independizaron de España a lo largo del siglo XIX. No es casualidad, que a finales de 1880 naciera el hispanoamericanismo, siendo su principal agencia la Unión Ibero-Americana, creada en Madrid a finales de 1884, para difundir el americanismo, con el objetivo de restablecer vínculos de amistad y cooperación entre la ex metrópoli y las nuevas repúblicas, esta vez, con vistas a la expansión económica, a través de la liberalización del comercio. A raíz del cuarto centenario de 1892, empezaron a difundirse las celebraciones del 12 de octubre y fue en 1913, cuando el presidente de la Unión Ibero-Americana, Rodríguez-San Pedro, la denominó por primera vez Día de la Raza, haciéndose oficial en 1918 por el rey Alfonso XIII. 40 años después, en 1958, el dictador Francisco Franco, la renombró Día de la Hispanidad. La pretensión española era liderar una todavía hipotética comunidad hispanoamericana, creando así mismo la metáfora de la Madre Patria y sus hijas americanas, que se había usado con profusión en los manuales escolares durante la Dictadura del militar Primo de Rivera y que tenía claras implicaciones jerárquicas.
La fiesta nacional se convertía en símbolo de conmemoración del pasado colonial americano, a través del mito de la Raza hispana en el discurso público, mediante la recuperación de un ideario imperial. Se emprendió una nueva política de masas, con la promoción del pasado colonial que abarcaba la creación de mitos, símbolos, celebración de rituales civiles o cívico-religiosos e incluso, erección de monumentos. La fiesta de la Raza había nacido de las élites y paulatinamente, fue instalándose en las conciencias populares, con el objetivo de incrementar la cohesión interna y la proyección exterior. A nivel de política interior, el mito servía para neutralizar las profundas divergencias políticas e identidades regionales y clasistas existentes, logrando incluirlas en un solo esquema racial.
Una vez llegada la democracia, el Presidente del Gobierno Felipe González, la consolidó 30 años después, a través de la ley 18/1987, con el nuevo nombre de Fiesta Nacional, transformándose en la efeméride que simboliza actualmente a España. Llegados a este punto y teniendo como marco normativo común la Constitución española, tenemos la obligación de preguntarnos, ¿qué estamos conmemorando el 12 de octubre?, ¿qué valores evoca? ¿qué simboliza?
Muchos países del Abya Yala han cambiado el sentido eurocentrista, racista y excluyente que caracteriza la festividad del 12 de octubre. Por ejemplo, en Costa Rica, en 1994 se deroga el “Día del Descubrimiento y de la Raza”, y se declara “Día de las culturas”, buscando enaltecer el carácter pluricultural y multiétnico del pueblo costarricense. Otros países han resignificado la fecha como “Encuentro de Dos Mundos” en el caso de Chile, “Día del respeto a la diversidad cultural” en Argentina, “Día de la Resistencia Indígena” en Venezuela o “Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular” en Nicaragua.
En el Estado español, el Parlamento de Navarra realizó una declaración institucional en 2017, proclamando el 12 de octubre como el Día de los pueblos indígenas y de respeto a la diversidad cultural.
Hay quien dice que no se puede juzgar los hechos del pasado a la luz de las consideraciones morales de la sociedad actual. No vengo a juzgar el pasado, vengo a cuestionar la Ley 18/1987, rechazando rotundamente que el 12 de octubre se utilice como símbolo de orgullo. Dicha festividad no me representa, no me hace sentir orgullo. Si me hace sentir algo, es vergüenza, porque soy consciente de que la sociedad vasca a la que pertenezco, también ha tomado parte en los procesos de colonización (como Pedro de Ursúa o Lope de Agirre, en el siglo XVI; o Julián de Zulueta y Amondo en el siglo XIX). No hay nada que celebrar.
Finalmente es importante decir que no se trata de liderar las luchas de los pueblos del Abya Yala (cada quien es protagonista de su lucha). Se trata de cuestionar nuestra forma de entender el mundo. Reflexionar sobre cómo se han construido los relatos sobre la historia; cómo se han ido tejiendo los discursos y las ideas a lo largo de los años; y de qué manera persisten en el imaginario colectivo. La utopía de la descolonización conclusa, del fin del clasismo, de la eliminación de todas las formas de discriminación racial, está muy lejos de lograrse si no despertamos nuestras conciencias. El cambio parece imposible, pero no lo es. Esta es una lucha de todas y para todas las personas, pues debemos estar alerta, no bajar la guardia ante los mecanismos que tratan de dominar nuestro pensamiento libre y crítico. La pregunta es simple: ¿a qué estoy contribuyendo con mis acciones? Por ejemplo, cuando compramos o cuando nos relacionamos ¿a qué estamos contribuyendo? Siempre queda mucho por aprender, mucho por escuchar y mucho por cuestionar.
Todo lo que hacemos tiene un sentido, viene y va hacia algún lado, aunque creamos que nada va a cambiar por lo que nosotras hagamos. Hacernos responsables es la contribución que podemos dar. Contribuir al cambio, a descolonizar el pensamiento (construir nuevas representaciones mentales, elaborar nuevos discursos) y enriquecer el imaginario colectivo, promoviendo el debate, la dialéctica. Sería necesario derogar la fiesta del 12 de octubre como fiesta nacional española, reconocer la participación de la sociedad vasca en la colonización y empezar a escuchar otras voces, dialogar entre grupos políticos, entidades públicas y colectivos sociales, para poner sobre la mesa todas las realidades.