[Ester Muñoz Nogal y Eneko Calle García / Nodo BDS Bizkaia] El 30 de marzo, el pueblo palestino conmemora el Día de la Tierra. El origen de esta conmemoración se remonta a 1976, un día en que las fuerzas militares israelíes dispararon y mataron a seis jóvenes ciudadanos palestinos de Israel mientras protestaban junto a miles de personas contra la expropiación de tierras palestinas del gobierno israelí. Esta manifestación contra la apropiación ilegal de tierra por parte del Estado israelí (que redujo la propiedad de tierras en manos de familias palestinas en el Estado israelí de un 94% del territorio antes de 1948, a menos del 3% de su superficie actualmente) fue la primera acción masiva de resistencia protagonizada por la población palestina que vive dentro del Estado de Israel, los y las palestinas del 48.
Cuarenta y un años después de esta manifestación Israel continua la expropiación de la tierra y propiedades del pueblo palestino, y mantiene una contínua política de colonización, ocupación y apartheid, tal y como ha sido probado de nuevo por una agencia de las Naciones Unidas.
Un ejemplo de ello es la continuidad de las políticas discriminatorias en contra de la población palestina que vive en el Estado de Israel. Esta población sigue enfrentándose a las amenazas de ver sus pueblos y casas destruidas puesto que no son reconocidas por las autoridades israelíes. Es el caso del pueblo beduino de Um Al-Hiran en el desierto del Néguev, con una población de alrededor de 1000 palestinos y palestinas (con ciudadanía israelí), y sobre el que pesa la amenaza de ser destruido para reemplazarlo por un pueblo para la población judía israelí. El pasado enero, en las protestas contra su destrucción, la policía israelí asesinó al profesor Yaqoub Abu al-Qi’an. La población beduina del desierto del Néguev (alrededor de 100.000 personas) sufre desde hace años las políticas de discriminación y acoso por parte de las autoridades israelíes.
Así mismo, en febrero de este año la Knesset israelí aprobaba la «Ley de Regularización» por la que se «legalizarían» alrededor de 4000 viviendas en colonias situadas en tierras palestinas en Cisjordania, lo que supondría la anexión ilegal según el derecho internacional de estos territorios.
No es por tanto de extrañar que el informe publicado por el Comité Económico y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental (UNESCWA) mencione las políticas de adquisición de tierras y de ingeniería demográfica como dos ejemplos de políticas que tendrían como objetivo la dominación racial, constituyendo un crimen de apartheid según el derecho internacional.
La continuidad de las políticas de colonización, ocupación y apartheid contra el pueblo palestino por parte del Estado de Israel no serían posibles sin la complicidad de las principales potencias y organizaciones internacionales. Ante esta situación, la campaña por el Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), por la libertad, la justicia y la igualdad para Palestina, destaca como una forma efectiva de solidaridad con el pueblo palestino. La campaña BDS no discrimina a ningún particular ni a ningún colectivo por su identidad religiosa, étnica, nacional, cultural o lingüística. No es una campaña racista, sino todo lo contrario, busca acabar con la discriminación, la segregación y el racismo a través de la resistencia civil no-violenta.
En respuesta a esta campaña la Knesset (parlamento israelí) ha aprobado este mes de marzo una ley que prohíbe conceder visados de entrada y derechos de residencia a personas extranjeras que llamen al boicot contra Israel o las colonias judías en territorio ocupado. Una ley que se suma a otra ya aprobada en 2011 que permite demandas civiles contra activistas del movimiento BDS contra Israel, es decir, nada nuevo en las políticas antidemocráticas de Israel.
Y es que desde el 2005 la campaña BDS ha ido cosechando varias victorias. Una de las más significativas en 2016 fue probablemente el anuncio de que G4S estaba terminando la mayoría de sus negocios con Israel. G4S es una de las mayores firmas de seguridad privada del mundo e implicada en las cárceles israelíes y asentamientos ilegales en Cisjordania. Así mismo, la empresa de telecomunicaciones francesa Orange también pareció sentir el impacto del BDS y es que después de una gran campaña contra la compañía en Egipto, la marca Orange Israel ya no existe, después de que la firma pusiera fin a su contrato con Partner Communications de Israel.