Por: Laura Fontalba @ladylauura
Entre los días 26 y 28 de octubre se ha representado la iniciativa Voces que se elevan situada en el espacio en la plaza del Puente de Cantalojas, en el barrio San Francisco de Bilbao. Esta ha consistido en una exposición fotográfica, un circuito audiovisual y una mesa redonda para dar a conocer los «relatos de lucha y éxito de mujeres migrantes emprendedoras».
Hoy se ha celebrado la mesa redonda para conocer mejor la experiencia de las protagonistas. Mediante una entrevista grupal Solagne y Anali, propietarias de La Flor de Canela; Nadia, propietaria de Dulces Laila; y Fatou, propietaria de Kér Fatou, han explicado cómo fue experiencia al migrar, las barreras y limitaciones que soportaron y la búsqueda de empleo. El objetivo ha sido visibilizar la lucha emprendedora de las mujeres migradas. Estas son sus historias:
Solange y Anali nacieron en Perú. Hace 16 años que migraron a España, con al dificultad que conllevó alejarse de sus familias y abandonar sus antiguos empleos. Llegar a Bilbao fue una cuestión fortuita, no fue algo planeado, pero la gente y el ambiente de aquí, unidos a las redes sociales que ya existían les impulsaron a dar el paso.
En su llegada a España, aunque compartían el mismo idioma y las costumbres eran similares, pasaron dificultades para adaptarse a la sociedad. Sobre todo por su funcionamiento. Conocer gente del lugar fue lo que les ayudó a integrarse y adaptarse. Ambas siguieron aquí sus estudios, lo que en parte, les facilitó mejorar sus relaciones sociales.
Cuando empezaron a trabajar, sus primeros empleos se trataban de puestos de limpieza. Pero en 2008, se dieron cuenta de que era necesario buscar otros recursos para seguir adelante. Lo veían necesario porque querían vivir y, sobre todo, estar mejor. No querían resignarse a trabajar en ámbitos que la sociedad les asigna sólo por ser mujeres migradas, como son los cuidados y la limpieza. Así que decidieron volver a estudiar para seguir formándose. La crisis no fue de ayuda y pasaron años hasta que lograron abrir su pastelería La Flor de Canela. Para ellas, la formación fue accesible. Solange realizó una FP de hostelería y ambas hicieron cursos de administración para aprender a llevar el negocio, cómo contactar con entidades, etc.; porque aprender el funcionamiento de la parte administrativa y contable suponía una dificultad para ambas. De hecho, aunque ella estudió económicas, al llegar aquí notó que el contacto con las instituciones era muy diferente, el trato con entidades y asociaciones es mucho más cercano que en su país natal, y hay que saber cómo llevarlo. Además, Solange y Anali pudieron contar con la ayuda de Bilbao Ekintza, lo que facilitó un poco sus procesos porque les ayudaron mucho a la hora de formar la idea y plantear su plan de negocio.
Ambas consideran que su experiencia con La Flor de Canela ha sido positiva. La acogida del barrio siempre ha sido buena. Se han dado cuenta de que la gente es abierta a probar cosas nuevas y que valoran mucho los productos artesanales. Es cierto que nunca faltan algunas personas que se sorprenden al ver que dos mujeres migradas llevan su propio negocio adelante, pero la percepción general es buena. Aun así, consideran que sería positiva e interesante la creación de redes de apoyo a mujeres migradas emprendedoras, para que toda mujer que quiera dar el paso a un nuevo negocio tenga un lugar donde conocer experiencias ajenas y buscar apoyos. Ambas se han referido a ello como «positivo e interesante para poder dar la mano a quienes también vengan desde cero».
Nadia nació en Argelia, pero migró a España hace 20 años, tras la Guerra Civil de Argelia; porque en su país las mujeres no tenían permitido trabajar y este era el único país donde el acceso era más fácil y con un Centro de Inmigración que podría ofrecerle ayuda. Aunque eso no disminuyó la dificultad que supuso dejar su vida atrás. Sobre todo porque vino cuando era una adolescente y aquí no tenía en quien poder apoyarse.
Cuando llegó a España encontró muchas barreras. El idioma, la integración a una ciudad europea, el clima, pero, sobre todo, lo más complicado fue adaptarse a las costumbres. Conocer gente fue lo que le ayudó a integrarse mejor. Nadia asegura que, en comparación con otras ciudades, le gusta Bilbao por «la ayuda y libertad de integración» que ofrece la ciudadanía.
Su primer trabajo en España fue en el año 2000 recogiendo fresas. En su país nunca había trabajado porque cuando vino tenía sólo 23 años y un hijo pequeño de cuatro. Su segundo trabajo fue en Burgos como empleada de hogar. Allí cuidó de una pareja de ancianos a quienes terminó cogiendo un gran cariño por la ayuda que le brindaron al enseñarle mejor el idioma, a cocinar, etc. Cuando la pareja falleció, dada la relación tan estrecha que había formado con ellos, decidió buscar empleos que no supusiesen relaciones tan cercanas. Así que se movió a otros ámbitos y también trabajó como comercial.
Hace ocho años que Nadia vino a Bilbao. Al llegar aquí se juntó con diferentes asociaciones. Quería mejorar su nivel de vida y como le encantaba cocinar, buscó montar su propio negocio. Comenzó con una página online en Facebook, pero vista la buena acogida de sus seguidores, decidió abrir Dulces Laila. Situada en el Casco Viejo asegura que no ha encontrado barreras en el barrio. De hecho, los vecinos siempre se han mostrado abiertos a ofrecer ayuda y apoyo.
Nadia nunca había tenido la suerte de conocer a otras mujeres emprendedoras. Cuando ella decidió abrir su negocio sabía que iba a ser duro, pero no que iba a serlo tanto, porque ha visto que todo depende de una misma. En su experiencia, agradece la suerte de que en Bilbao existan muchas asociaciones que, aunque no te apoyen con dinero, te ayudar a en tu formación y hacen de guías. Para ella es muy importante tener alguien a quien poder agarrarte: «Es importante matar el miedo».
Fatou nació en Senegal, pero migró a España hace nueve años. Para ella no fue una experiencia negativa. Venía con el Bachiller recién acabado y con ánimo de ir a la universidad. Es cierto que fue duro dejar allí a su familia, pero venía para encontrarse con otra, pues su padre y hermanos hacía años que residían aquí.
La principal barrera que encontró fue el idioma. Ella estudiaba en francés, por eso su principal objetivo había sido estudiar en Francia, pero al venir a Bilbao tuvo que retrasar un año sus estudios para aprender español. Cuando finalizó la carrera buscó trabajo al nivel de sus estudios. Así, comenzó a trabajar en una empresa donde cuando terminó el contrato, al quedarse embarazada, decidieron no renovárselo. En aquel momento, el único camino que veía fue montar su propio negocio. Quería hacer lo que le gustaba y tener un trabajo digno, porque siempre se negó a seguir el camino que la sociedad marcaba para ella, con el que la sociedad cree que debe conformarse.
Cuando al fin decidió abrir Kér Fatou, tuvo que elaborar un plan de negocio con el que estudiar sus posibilidades y estudiar sus barreras. Decidió hacer una formación online y presencial para aprender gestión de negocios, otro curso enfocado a la financiación; y, finalmente, una formación online de diseños de moda, puesto que su objetivo era aprender las tendencias y saber cómo fusionar las telas africanas con la moda de aquí.
Cuando Fatou abrió su tienda pensó que ya era hora de que hubiese un lugar referente de la cultura africana en las calles de Bilbao, y sintió que la sociedad pensaba lo mismo porque la acogida fue y es positiva. Aún están empezando, llevan aproximadamente un año y, aunque la crisis de la Covid-19 ha dificultado la situación, Fatou ha recibido mucho apoyo por parte de sus consumidoras. Aunque siempre hay personas que parecen no entender que una mujer migrante pueda ser emprendedora, que pueda tener un negocio donde ser su propia jefa, porque aún hay veces en las que le preguntan que quién hay por encima o por detrás del local.
El hecho de que aún exista gente capaz de poner en duda las capacidades de las mujeres a la hora de llevar un negocio hace que Fatou vea importante y necesaria la creación de una red de apoyo a la que poder agarrarse. A ella le hubiese gustado tener un referente: «Si tienes un grupo de mujeres que sí lo han logrado, para ti será más fácil lograrlo».
Voces que se elevan ha unido los relatos de lucha y éxito de estas cuatro mujeres migradas emprendedoras. Una iniciativa que ha ayudado a visibilizar sus experiencias y recordar la importancia de crear una Red de Apoyo que acoja a todas esas otras mujeres que, en la misma situación, decidieron dar el paso en la búsqueda hacia una vida mejor, así como a aquellas que aún buscan un lugar al que agarrarse para dar el paso y conseguirlo.