Por Laura Fontalba
El pasado sábado 10 y domingo 11 de diciembre, Sökole, Ritmos y Experiencias, y Kilimar Xuxurlak se unieron en un encuentro organizado por Ecuador-Etxea, en Larresi (Berango), titulado: Cuerpos, violencias y cuidado colectivo.
Durante dos días, un grupo de mujeres compartió la experiencia de introducirse en el mundo de la poesía susurrada y la percusión africana. El encuentro comenzó la tarde del sábado con Celeste y Garazi, quienes impartieron un taller de susurros, como «propuesta para cambiar la forma de comunicarnos y de transmitir los mensajes». Esta técnica se basa en utilizar un tubo de cartón reciclado, que cada persona pinta y decora a su gusto con telas, impresiones o barnices, para susurrar poesía al oído de otra persona. «No se puede gritar, todo lo que se susurra va directo del tubo al oído. Se puede utilizar las cuerdas vocales a un volumen bajito, o no utilizarlas, susurrar», explicaron.
Se trata de una experiencia poética que nació en Francia, en el año 2001, con “Les souffleurs” de Oliver Comte. Un grupo de artistas franceses que, vestidos de negro y siempre acompañados de un paraguas, susurraban poesía por las calles para «desacelerar la cultura del mundo». Más tarde, se popularizó y empezó a hacerse en más entornos. Por ejemplo, en Argentina o Bahía Blanca, impulsado por Mirta Colángelo.
Durante el taller, Celeste y Garazi mostraron varias de las escritoras y escritores en las que habitualmente basan sus susurros, como Camila Sosa, Ekhine Eizagirre o Hamlet Lima Quintana, entre muchas otras. Asimismo, explicaron cómo, gracias a esta técnica, es más sencillo pararse a escuchar y comprender lo que la autora o autor de cada poema quería expresar. Aunque los susurros no sólo sirven para repetir el poema tal y como se creó, sino que permiten adaptarlos a una misma, cambiar palabras, añadirlas o quitarlas, para lograr que ese susurro nos describa.








El taller tuvo su parte teórica, pero también práctica. En esta, las participantes escogieron un extracto de diferentes autoras y, tras poner en común lo que les hacia sentir y escoger varias palabras de los mismos según el sentimiento que les provocaba, crearon un poema:
«Me niego
a los sentimientos inexpresivos que golpean.
La brisa es libertad
el palpito caricia.
El grito golpea de día
el grito recuerda de noche.
La oscuridad nos golpea.
Movimiento al atardecer,
la reja es una realidad que sale por las noches,
aunque el silencio golpea dependiendo la mirada.
El viento levantando las hojas
que salen volando por las ventanas
entreabiertas por manos invisibles.
La tierra acaricia las manos
cuando el miedo se disipa
y desenreda los hilos de la garganta.
Hilos de palabras de une niñe
como musica de piano
o caricia de perro.
Ahí viene bien un perro.
A veces la oscuridad nos acaricia
y vuelve la risa»
El domingo continuó con el taller de Sökole, Ritmos y Experiencias. En este taller de percusión africana, Elena y Sheila enseñaron la historia y los ritmos básicos del djembé.
Se trata de un instrumento de percusión africana tradicional de África Oeste, originado en el antiguo Imperio mandingá o malinké; popularizado en Burkina Faso, Senegal, Guinea, Mali, Costa de Marfil, etc. Este simula la forma de una copa o un mortero, y está compuesto por una base de madera, tradicionalmente de lengue, iroko, y mahogany; y una parte superior de piel de cabra.
Este instrumento permite crear una gran variedad de ritmos tradicionales por medio de tonos agudos, medios y suaves, dependiendo de dónde se golpee. Lo habitual es que se toque en grupo con un djembé solista, que marca las llamadas (entradas a los ritmos) y añade figuras de sonidos dentro del ritmo para adornarlo; otros djembés, que lo siguen y acompañan; y diferentes dundunes, un instrumento más tradicional, que se toca en horizontal, con baqueta y una campana. Entre todos los instrumentos, se crea la melodía. Lo habitual es que se entrecrucen los ritmos y se den varios acompañamientos al mismo tiempo.
Durante el taller, las participantes aprendieron ritmos sencillos que, unidos, crean melodías muy animadas. Por ejemplo, practicaron el ritmo Makru. Un ritmo fácil, pero rápido, que contagia alegría. Durante toda la mañana y parte de la tarde, estuvieron creando diversas melodías que animaron el ambiente de Larresi.





En definitiva, gracias a Kilimar, Sökole y Ecuador-Etxea, las participantes a los talleres pudieron disfrutar de un fin de semana repleto de aprendizaje, con nuevas experiencias, sonidos y sensaciones mediante las que expresar su sentir; y otros muchos momentos de acompañamiento y alegría en los que contagiar su emoción entre todas.