A finales de octubre, Jorge Andrés Espinosa, portavoz de la campaña Sí al Yasuní, y Zenaida Yasacama, vicepresidenta de la CONAIE, estuvieron en Hitz&Hitz, en Bilbao, impartiendo una charla organizada por EuskalHerria Kapitalari Planto!, Entrepueblos y la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria dentro de la gira «Yasunicemos el mundo», hablando sobre el extractivismo y la reciente victoria en el referéndum en defensa del Yasuní, que ha marcado un hito en la historia de Ecuador.
El parque Nacional Yasuní es el área natural protegida más grande de Ecuador, que se caracteriza por su gran biodiversidad. Sin embargo, ni siquiera esta cualidad la ha protegido del extractivismo petrolero, que, durante 51 años, ha explotado la zona dejando a su paso deforestación, contaminación y destrucción ambiental. Concienciadas con la importancia del lugar, durante décadas, organizaciones como la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), nacida en 1986, han estado actuando en defensa del Yasuní.
La gran biodiversidad del lugar, lo convierte en un espacio con una amplia flora y fauna. En muchos casos, utilizados no sólo como alimento, sino con fines medicinales. Además, allí, aún conviven multitud de comunidades, como los Waorani y los Kichwas, los mestizos y los Shuar…, incluidas comunidades no contactadas. “El Yasuní es un refugio de conocimiento”, aseguraba Jorge Espinosa, quien explicó cómo la Endomedicina, medicina ancestral, continúa siendo la base científica de desarrollos nuevos en la medicina: “El 70% de las plantas que se incluyen en estudios para la curación del cáncer salen de la amazonía. (…) Proteger este territorio es clave para el futuro y el propio desarrollo incluso del planeta en general”.
A pesar de ello, actualmente, en el Yasuní existen ocho bloques con una continua actividad petrolera. “Inicialmente, hicieron creer a los pueblos originarios que la actividad petrolera era el desarrollo; pero, ahora, viviéndolo durante 51 años, entendemos que sólo ha traído más pobreza y más abandono”, aseguraba Zenaida Yasacama. La única excepción a esta actividad era el conocido como bloque 43 o bloque ITT (denominado así porque también integra Ishpingo, Tambococha y Tiputini). Para protegerlo, se creó la iniciativa Yasuní – ITT, que implicaba que Ecuador debía comprometerse a mantener en el subsuelo millones de barriles de petróleo, a fin de evitar la emisión de 400 millones de toneladas de dióxido de carbono, que, de ser liberadas, contribuirían significativamente al cambio climático. Sin embargo, el 15 de agosto de 2013, Rafael Correa anunció el fin de esta iniciativa. Ante aquella decisión, el colectivo Yasunidxs lanzó una recogida de firmas en defensa del Yasuní. “A pesar del boicot sistemático por parte del Gobierno, que filtró formularios falsos para confundir a la población y usaron medios públicos para difamar al colectivo, se recogieron 156 mil firmas en tres meses”, explicaba Jorge, y añadía: “Cuando se entregaron, llegó el fraude. Dieron de baja casi 300 mil firmas alegando que no correspondían con las originales. Incluso anularon firmas de la propia organización. Así que no aceptaron la consulta popular”, lamentó.
Desgraciadamente, este interés por mantener la industria petrolera tenía una explicación y siempre una misma excusa: se aseguraba el extractivismo ayudaba a desarrollar económica y socialmente el país. Pero, con el paso de los años, la sociedad empezó a comprender cada vez mejor que no era cierto. Jorge lo repetía: “Petróleo no es desarrollo». Explicó cómo la extracción del petróleo implica unas inversiones multimillonarias de las que se benefician empresas multinacionales fuera de Ecuador, de ahí la importancia de comprender la relación norte y sur global como parte del problema. Jorge explicó cómo cuando se plantea un proyecto extractivo, entran en juego otros países y bancos, que son quienes invierten y prestan dinero a las multinacionales para entrar y apoderarse de los territorios. En muchas ocasiones, incluso, corrompiendo a las autoridades. “Todas estas lógicas de préstamos gigantes son las que hacen que no podamos soltar. Es por eso que la relación entre norte y sur global tiene que quebrarse, porque mientras el norte global siga insistiendo en darnos plata (dinero) a cambio de nuestros recursos naturales, vamos a estar en este encadenamiento para siempre”, lamentaba. Zenaida, quien compartía esta opinión, consideraba que el verdadero desarrollo debería darse desde la visión comunitaria de los pueblos que habitan el espacio y no desde el exterior. “En la amazonía existe tanta biodiversidad, diversidad cultural, de lengua…, y esto puede generar mucho más que seguir destruyendo la selva, ayudaría a seguir conservándola”, aseguraba ella.
Aunque su activismo no ha sido suficiente para frenar las negativas consecuencias que la industria petrolera ha dejado a lo largo de los últimos años en el lugar, como son la contaminación y la destrucción medioambiental. Sin ir más lejos, sólo para facilitar las extracciones y llegar a los pozos petroleros, se han creado carreteras por medio de la selva que han agravado la deforestación. La mala colocación de los tubos también ha agravado la contaminación directa del medio ambiente. Y, además, la ubicación de estos pozos, que se han colocado de forma descontrolada y sin tener en cuenta a las comunidades que habitaban el lugar, ha llevado a la desaparición de muchas de ellas. “Estamos viviendo un colapso climático. Sólo han pensado en destruir el área verde, destruir el río, destruir todo lo que existe”, alertaba Zenaida. Lamentablemente, las consecuencias no han afectado sólo a la flora; algunos estudios aseguran que, en las comunidades de la zona, las complicaciones médicas han aumentado. Los abortos han aumentado un 150%, el cáncer un 130% y, en general, hay un 260% más mortalidad que en Quito, la capital. Asimismo, el 94% de la población está perdiendo a sus animales y ha aumentado la bioacumulación de químicos y toxinas.
Afortunadamente, gracias a la constancia de la iniciativa de Sí Al Yasuní, el apoyo de los medios comunitarios, la participación de la juventud ecuatoriana y el empoderamiento de la población en general el Sí Al Yasuní está más fortalecido que nunca. El 20 de agosto de 2023, el referéndum fue posible y más del 59% de la población ecuatoriana dijo “sí” a la protección del Yasuní. Aunque, por el momento, la consulta no se ha hecho efectiva, aquella votación se ha convertido en el consenso político más votado de la historia de Ecuador. “Nunca antes habíamos votado más de 57% de la población y, por primera vez, se superó ese récord. El Yasuní nos traspasó a todo Ecuador y, por lo tanto, se ha vuelto un acuerdo social. Vamos a proteger el Yasuní”, aseguraba Jorge.
Para Zenaida, este 59% representa un logro de la democracia y la justicia climática y de derechos; aunque lamenta que, desde el 20 de agosto, nadie se haya pronunciado al respecto: “Se está violentando la democracia, porque el referéndum está amparado en la constitución. Este hecho histórico y emblemático representa a todo Ecuador tomando conciencia y expresando su sentir hacia el cuidado del medio ambiente. Ecuador debe exigir el cumplimiento en máximo un año”. Mientras tanto, Jorge espera que puedan encontrar un modelo socioeconómico que no dependa del extractivismo. El objetivo debe centrarse en generar energía comunitaria, con técnicas, capacidades y materiales locales; como, por ejemplo, apostar por el turismo comunitario, medicinal o de alimentación. “La idea es visibilizar que debajo de ese tejido extractivista que domina el territorio hay pequeñas líneas que intentan crecer; plantitas y florecitas que intentan crecer, pero la mala hierba les está ganando”, aseguraba Jorge.
El «Sí» a la defensa del Yasuní ya es una realidad. Ecuador ha hablado y se ha posicionado firmemente a favor de la defensa de su territorio, pues han comprendido que su lucha, perseverancia y trabajo en comunidad son el único camino posible para alcanzar un cambio que, realmente, favorezca a Ecuador y al planeta. “¿Quién reforesta?, ¿quién reconstruye?, ¿quién va a desintoxicarnos de toda esta contaminación?”, terminaba reflexionando Zenaida: “Es importante tener la suficiente educación ambiental para no sólo ver esto como un hito emblemático, sino que sirva de ejemplo para otros países. Sé que es difícil entenderlo, pero hay que ser resistentes y persistentes si de verdad queremos cambiar y ver un mundo diferente”.