Por Amaia Igartua Aristondo publicado en berria
La actividad de los movimientos sociales de Bilbao en estos últimos años se puede encontrar en el archivo fotográfico de la asociación Ecuador Etxea: han hecho eco de docenas de convocatorias y han capturado cientos de fotos y detalles. David Buitrón y Evelyn Morales son los líderes del proyecto, y Laura Fontalba, periodista, se les sumó hace unos años. Hasta ahora, han mantenido el proyecto cada vez con menos ayudas económicas, encargos de ONGs, aportaciones de las socias y, además, con su propio dinero, pero ahora están en un serio dilema: han tenido que dejar el local de Bilbao, en Deusto —donde llevaban dieciséis años—, y han encontrado una nueva sede en el barrio de San Ignazio. «La situación se nos ha complicado mucho», ha admitido Buitrón (Quito, 1982). Han lanzado una campaña para conseguir socias.
¿Qué es, concretamente, Ecuador Etxea? Un medio de comunicación, una asociación, un grupo activista…
Es difícil de definir. Nunca nos hemos definido como un medio de comunicación, porque no somos periodistas, excepto Laura. Además, somos una asociación sin ánimo de lucro, basada en un proyecto; entonces, tal vez se pueda definir como un proyecto comunicativo.
¿Con qué objetivo se creó?
Nació en Donosti, en el año 2000, como una asociación de personas Latinoamericanas y de aquí. Fue una época de mucho flujo migratorio. Al principio, el objetivo era gestionar las necesidades de las personas migradas: asesoramiento, información y relaciones con la sociedad de acogida.
¿Cómo se sumó la comunicación a las responsabilidades de la asociación?
No fue planificado. Íbamos a algunas convocatorias porque queríamos y por activismo —sobre todo, cuando nos invitaba alguien de Latinoamérica—, y nos dimos cuenta de que muchas veces había algún fotógrafo de algún medio de comunicación, sacaba fotografías del primer ponente, y se iba; en consecuencia, no quedaban registros fotográficos de calidad del resto de participantes. Nos pareció que muchos actos podían tener una mayor visibilidad de la que se les daba, sólo con un poco más de esfuerzo. Empezamos a sacar fotografías; al principio, para crear un registro para nosotras. Nos poníamos allí, no preguntábamos ni si se podían sacar fotografías, sin presentarnos siquiera. Despertamos curiosidad: nos preguntaban que quiénes éramos, y dónde íbamos a publicar las fotografías. De ahí en adelante, tuvimos que empezar a publicar las fotografías, en las redes sociales y en un blog. Eran los años 2011-2012.
«A partir de la crisis económica de 2008, las asociaciones de personas migradas empezaron a quedarse sin ayudas económicas y sin locales, y estaban a punto de desaparecer. Les ofrecimos un lugar en la sede y en el blog»
¿Ya estabais en Bilbao?
La delegación de Ecuador Etxea en Bilbao nació en 2003. La lonja de Deusto —esa que dejamos hace poco—, la pagábamos con la ayuda de la Diputación Foral de Bizkaia, pero de lunes a viernes sólo la utilizábamos nosotras para el trabajo de oficina, y los fines de semanas, para hacer alguna que otra actividad. En aquella época, las asociaciones de personas migradas —nuestra burbuja de aquella época—, empezaron a quedarse sin ayudas económicas y sin locales, y estaban a punto de desaparecer. Les ofrecimos un lugar en la sede y en el blog. También teníamos una cámara, y la queríamos usar más. Las asociaciones que compartían sede con nosotras nos enviaban sus convocatorias por correo, y las redes sociales también cogieron fama, y empezamos a recibir avisos de más convocatorias. A Evelyn le llamaron mucha atención las convocatorias del movimiento feminista; en aquella época, estaban muy centradas en la campaña a favor del aborto.
¿Ahí empezasteis a tejer la red con los colectivos?
Sí, creo que fue gracias al movimiento feminista. De hecho, las integrantes también participaban en otras plataformas: eran ecologistas, antirracistas… Hacíamos eco de esos actos por la mañana, la tarde y la noche, sin descanso, y durmiendo muy poco. Una vez, una buena amiga de Santurtzi nos dijo que iban a cerrar la fábrica de ACB —ahí trabajaban su padre y su hermano—, y a ver si podíamos ir. Estaban también otros medios de comunicación, pero no era habitual que una organización publicase todas las fotografías que sacaba, como hacíamos nosotros.
¿Cómo se gestiona esa gran carga de trabajo?
Como se puede. Por ejemplo, dábamos prioridad a los proyectos feministas. O a los organizados por mujeres migradas.
«La presencia en la calle también es un trabajo comercial: cuanto más te vean, más se acordarán de ti cuando quieran contratar algún servicio»
Según has dicho, después de la crisis de 2008 algunas asociaciones se quedaron sin apoyo financiero público. ¿Vosotras también habéis notado ese descenso?
Esa es la actitud general que ha tomado la administración respecto al apoyo financiero público. Nosotras solicitábamos ayudas a Diputación y al Ayuntamiento de Bilbao, pero tuvimos que dejar de solicitarlas al ayuntamiento, porque era inviable continuar realizando el trabajo en las calles y presentarles proyectos sin parar. La diputación llegó a pagar el alquiler del local, y no del todo. Estos años hemos estado aguantando, hasta que nació nuestra hija, porque queríamos sacar adelante el proyecto.
¿Cómo?
En 2015, tocamos fondo; hicimos una campaña para socias, y nos dio un respiro. Además, la presencia en la calle también es un trabajo «comercial»: cuanto más te vean, más se acordarán de ti cuando quieran contratar algún servicio. Algunos colectivos empezaron a llamarnos para sacarles fotografías, pagando. Estábamos sorprendidas, no sabíamos casi nada de fotografía. Al principio, utilizábamos el modo automático de la cámara… [ríe]. Más adelante, la revista Pikara empezó a trabajar en nuestra sede, hace muchos años, y quien editaba los vídeos nos enseñó las cosas básicas: velocidad de obturación… en 2015, tuvimos una respuesta muy positiva de la gente, pero después no fue suficiente.
¿Qué ha pasado con los colectivos que han utilizado vuestro local? ¿Tienen una alternativa ahora?
Muchos de esos colectivos se fueron: las de la revista Pikara, por ejemplo, a la calle Lamana. Aquel local también lo utilizaron la liga LGTB Ozen de la UPV/EHU, aunque venían con menos frecuencia… Pero la pandemia fue un golpe duro para muchas asociaciones, y les hizo mucho daño. La mayoría no volvieron al local; algunas sí, puntualmente, pero ya, nunca.