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ESK, el origen del sindicalismo radical vasco

La semana pasada, Txirbilenea acogió la presentación de Jon Las Heras e Ignacio Messina sobre el desarrollo y la formación de ESK. Sindicato que, el próximo año, celebrará su 40 aniversario.

2024-03-06T12:58:20+01:006 marzo 2024|Reportajes|Comentarios desactivados en ESK, el origen del sindicalismo radical vasco

Por Laura Fontalba

La semana pasada, Txirbilenea, edificio histórico de la industria de la margen izquierda, acogió una presentación sobre la formación del sindicato ESK (Ezker Sindikalaren Konbergentzia), a partir de una investigación realizada por Jon Las Heras, Ignacio Messina y Xabier Renteria-Uriarte.

Jon Las Heras e Ignacio Messina fueron los encargados de explicar la historia y el desarrollo de la formación de este sindicato, que, el próximo año, celebrará su 40 aniversario. Aunque, a pesar de su larga trayectoria, esta no fue tarea fácil, porque hasta el momento apenas existía información y el campo era muy limitado. De hecho, muchos materiales fueron destruidos por miedo a la represión. «En el País Vasco ha habido un sindicalismo excepcional. Hay un amplio abanico de reivindicaciones que no se refleja en el mundo de la investigación, porque no se desarrolla ni se invierte en ello», lamentaba Jon. Es por ello que una de las primeras dificultades al comenzar la investigación fue dar sentido y organizar lo poco que sí había: «Cuando empezamos a investigar, había una constelación de partidos y siglas que se iban cambiando de nombre, dividiendo… Sólo había información sobre los procesos de formalización de los estatutos de los trabajadores…, pero entre todo eso teníamos que lograr situar a ESK». Lo que sí pudieron observar desde el inicio es que, a lo largo de su trayectoria, ha tenido que competir con muchas otras estructuras de sindicalismo vasco de mayor capacidad. Sin embargo, ha sabido resistir incluso cuando para muchas personas eran unos «punkis», por su radicalidad.

Ante tanta confusión, vieron que, para entender los inicios de ESK, debían ir mucho tiempo atrás. Concretamente, hasta los principios del sindicalismo radical vasco y navarro. Una época reflejada, por ejemplo, con la creación de CAF Beasain, cuando empezaron a defenderse las estructuras unitarias y comenzaron a darse ciertas huelgas en las grandes empresas, generando así un tejido. Desde CCOO Gipuzkoa en 1966; Komunistak en 1969, que, pronto, pasarían a denominarse EMK (Euskadiko Mugimendu Komunista); el surgimiento de la CONE (Comisión Obrera Nacional de Euskadi) y la CECO (Coordinadora de Euskadi de CCOO), en 1974; hasta la formación de las primeras CUIS (Candidaturas Unitarias de Izquierda Sindical), CAES (Centros de Asesoramiento de Estudios Sindicales), etc. Desde 1966 hasta 1985, fueron sucediéndose siglas que terminarían dando lugar a los inicios de ESK.

Tal y como Jon relataba, EMK fue uno de los partidos políticos más influyentes en la formación de ESK. Este compartía una alianza con el Movimiento Comunista de España, pero tenía cierta autonomía a la hora de decidir su política. Con ello surgió la dicotomía de la autodeterminación y la hermandad entre pueblos. EMK seguía una orientación maoísta, de línea de masas, actuaba en la acción directa y llevaba una doble militancia. La mayoría estaban metidos en muchos otros movimientos y buscaban pertenecer tanto a un partido como a un sindicato. En aquel entonces, durante los 70, operaban con CCOO, sindicato al que casi todo el mundo quería pertenecer porque, por lógica fabril, se le consideraba un espacio asambleario, unitario y de disputa —aunque sin considerar que tenían un partido detrás que delineaba dichas disputas—. En Navarra, se consideraba uno de los sindicatos más radicales. Sin ir más lejos, entre 1973 y 1974, se sucedieron varias huelgas generales en fábricas, que fueron extendiéndose a todo el sector industrial. «Fueron huelgas salvajes. La gente salía a la calle a jugarse el pellejo porque la consecuencia era la represión radical», aseguraba Jon. Aunque la radicalidad que algunos defendían supuso un gran cambio dentro del sindicato.

Tras las primeras huelgas, el PCE advirtió que no quería radicalidad en Euskal Herria, por lo que CCOO se vio obligado a dividirse en dos: la CONE (Comisión Obrera Nacional de Euskadi) y la CECO (Coordinadora de Euskadi de CCOO). Ambas tenían consignas a favor de la democracia, pero una apostaba por llevar a cabo estrategias «amistosas» con los directivos de las empresas; y la otra por la toma de los medios de producción. También existía una dicotomía con el centralismo en Madrid y, entrada de base la acción radical, se peleaban unos contra otros. No fue hasta el 1 de julio de 1976 que ambas se unieron. Aunque no de forma pactada, sino a partir del boicot a una asamblea que terminó dejando a CCOO junto a PCE como única opción. A raíz de ello, hubo organizaciones que decidieron salirse y formar sus propios sindicatos con sus propias estructuras unitarias. Este no fue el caso de EMK, que continuó con CCOO al considerar que era un lugar de unidad sindical.

Aunque la unidad duró poco tiempo, pues no tardaron en expulsarles. Fue entonces cuando los y las expulsadas formaron la Fundación de la Coordinadora de Izquierda Obrera (CIO). Con ello, no buscaban ser un sindicato, ni tener afiliaciones o estatutos, sino coordinar a trabajadores que expresaban su unidad en centros de trabajo. Aunque fue contradictorio porque formaron los CAES (Centros de Asesoramiento de Estudios Sindicales), y necesitaban asesoría jurídica y técnicos que les ayudasen en las luchas. «Se entiende que el CAES formó la columna vertebral de la asesoría jurídica», explicó Ignacio. Sus objetivos se centraban en unir a militantes de izquierda unitariamente, buscar la radicalidad mediante una resistencia unitaria y activa, mantener una organización flexible sin autodefinirse, articular el movimiento desde las fábricas y, todo ello, sin estatutos.

De forma similar, llegó la formación de las primeras CUIS (Candidaturas Unitarias de Izquierda Sindical), por personas que habían sido expulsadas de CCOO o simpatizantes con estas estructuras unitarias de izquierda radicales, entre otros. Mayoritariamente, eran empresas grandes con alianzas con proyectos unitarios, como LAB. Perseguían los mismos objetivos que los CAES. «A la mayoría les gustaba su radicalidad», explicaba Jon. Aunque, muy pronto, empezaron a surgir tensiones. «Hubo tensiones que surgieron de aglutinar distintas ideologías dentro de una unitariedad. Aunque terminó siendo clave. Una de las principales capacidades de resistencia de ESK, la aprendió de esas tensiones», señalaba Ignacio y añadía: «Desarrollaban un ejercicio democrático gestionando esas tensiones, lo que les enseñó a adaptarse históricamente».

A lo largo de ese periodo, 1979 y 1985, las siglas CUIS tuvieron una gran relevancia tanto simbólica como organizativa. Fue un periodo de «tanteos» y «flexibilidad organizativa». Llegados a 1985, se consolidó al fin ESK-CUIS. El sindicato funcionaba desde la acción, tenían estatutos, pero estaban «guardados», y así se mantuvieron hasta 1998. Ni siquiera tenían secretario general. Seguían un modelo sindical que luchaba contra la burocracia, con la seña de identidad de priorizar la lucha de trabajo. «En el abanico de la acción sindical, ESK puso sobre la mesa conceptos que hoy en día son estrategias normalizadas en clave de renovación sindical; como que los sindicatos impulsen luchas residenciales», explicó y añadía Ignacio: «Desde el sindicato, articulaban la lucha sindical con otras luchas sociales. Este proceso se vio en la óptica feminista, ecologista, antimilitarista, en cultura, internacionalismo, etc.». Fue entonces cuando surgieron los debates sobre si los militantes debían continuar su militancia internacionalmente o mantener su labor dentro de sus espacios de trabajo. En cualquier caso, se caracterizaban por una militancia doble o triple, con un radicalismo que respondía a la búsqueda de una alternativa a la Transición, así como al reformismo.

En definitiva, 1985 fue el año en el que ESK-CUIS se convirtió en un sindicato que funcionaba en los cuatro territorios vascos. Fue aglutinando todo el ala obrera de Euskal Herria. Al inicio, fueron muy activos en la defensa del pleno empleo, las políticas industriales a favor de los trabajadores y contra los despidos. No fue hasta 1990 que entendieron que los sindicatos radicales no podían limitarse a defender sólo a quienes producen valor, sino que tenían que defender a todo el territorio. Tras un largo debate, decidieron incluir a desempleados, trabajadores informales, trabajadoras del hogar, personas migradas, etc. En octubre de 1998, Izquierda Sindical decidió abandonar CCOO y unirse a ESK. Esta situación aportó un pluralismo que fortaleció a la organización.

En resumen, durante el encuentro, se plantearon las primeras bases de la formación y desarrollo de ESK desde finales de los 80 hasta los 2000. Una labor que no hubiese sido posible sin la investigación de Jon Las Heras, Ignacio Messina y Xabier Renteria-Uriarte. Encargados de recuperar y volver a dar forma y voz a una historia que, durante años, por temor a las consecuencias, había sido silenciada.

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