Por Laura Fontalba
Octubre llega con un evento muy especial. Betto Snay, cantante angoleño residente en el barrio de San Francisco, compartirá escenario con más artistas para presentar su LP The Black Mamba, el sábado 26 en Bilborock. Un concierto con el que pretende «provocar una mirada interna, cuestionarnos y repensarnos; desmontar los pensamientos que nos impiden aceptar que somos diversos, y descolonizar nuestras mentes para reconstruir un pensamiento». Pero, ¿quién es Betto y cuál es su historia?
Betto persigue un objetivo desde que era niño: ser cantante. Nacer en Angola implica impregnarse de mucha musicalidad. No sólo por la música africana, sino por la música latina, música americana… «Se consume todo tipo de música», explicaba él. Aunque tener un referente cercano, su tío, fue el primer aliciente para iniciarse en este mundo. «Me enseñaba sobre arte», recuerda: «Él con su guitarra, le gustaba el reggae y nos hacía pequeñas canciones. Fue ahí cuando yo quise seguir lo que me decía e investigar sobre la música. Fue el principio de todo».
Ahora, ese objetivo ya no es una meta, sino su día a día. Fue en el año 92 cuando Betto dejó a un lado su nombre de carné y se presentó como Betto Snay. Un nombre artístico que surge de un hito de la historia del baloncesto; cuando Angola jugó las Olimpiadas en Barcelona y ganó a España, generando «una fiebre bastante importante» en la capital angoleña. «Vino el Canal Plus de Francia y empezó a hacer entrevistas a amantes del baloncesto. Un día, yo estaba jugando y vino la cámara. Me grabaron, pero no sabían cómo me llamaba. Así que volvieron al día siguiente y preguntaron: ‘Oye, ¿dónde está el chico este flaco… snake?’, insinuando que parecía una culebra que se movía muy rápido. Al de un rato aparecí. Dijeron: ‘¡Es ese!’, y todos respondieron: ‘¡Ese es Betto!’. Como no me gustaban las culebras, lo transformé: Betto Snay. Me quedé así», relataba.
No fue mucho tiempo después que llegó al País Vasco, en el año 99. Por aquel entonces, su madre ya le esperaba en Bilbao. De hecho, fue ella la que le enseñó San Francisco, el barrio que, años después, se convertiría en parte de su identidad y en protagonista de muchas de sus canciones. «Recuerdo cuando llegué y mi madre me hizo un recorrido por todo Bilbao y específicamente me dijo: ‘A este barrio no quiero que vengas’. Al de un par de años acabé viendo que San Francisco era una potencia a nivel económico, de diversidad… y que se debería potenciar más. Y ahí hasta el día de hoy». Un barrio muy estigmatizado cuya cultura ha tratado de reivindicar por medio de la música. «Cada vez que hablas de Sanfran hay un por qué, hay un pequeño rechazo, porque lo malo vuela. Sin embargo, obviamos lo positivo, las cosas que suceden en el barrio», lamentaba y añadía: «Hay muchos programas que se dedican a hacer entrevistas en barrios conflictivos, que también vienen o me llaman directamente. Cuando yo les cuento la verdad, como no es vendible, porque ellos quieren sangre, quieren maldad, y yo les hablo de otra parte positiva, no lo sacan en los medios de comunicación». Por medio de la música, los proyectos solidarios, como Cama de Cartón o el Damba Festival; el activismo e, incluso, por medio de la moda, con su marca Afrook, Betto intenta mostrar lo que otras personas no ven: la diversidad cultural y las vivencias de esta «nueva sociedad vasca». «He conseguido que personas de otras partes del Estado vengan a visitarnos. He tenido gente que ha venido desde Angola a conocer Bilbao, a conocer este barrio», admitía orgulloso.
El Mundo al Revés, publicado en 2008, fue su primer LP en solitario. Lo grabó en seis meses y con él dio la vuelta por todo el País Vasco. «Estuve en casi todos los gaztetxes de Euskal Herria. La verdad, fue una experiencia bastante bonita, porque nunca tuve un sello que me ayudase o me promocionase económicamente, todo ha sido gracias a mi empuje. He actuado en el Palacio Euskalduna y yo creo que, siendo un rapero local, migrante, africano y sin ayuda, tocar en el Palacio Euskalduna no es fácil», contaba. Y aunque reconoce que no es su mejor disco, fue parte del principio; parte de la motivación que le hizo comprender que podía trabajar en la música. Tras ello, en 2015, publicó Odisea. Aunque Materiales, que vio la luz en 2017, fue su disco más completo; el que marcó un antes y un después. «Cuando era pequeño siempre quise ser cantante y, de hecho, en mi pasaporte, en la profesión, pone músico. Yo ni me acordaba de ello. Materiales fue el disco que me hizo sentirme artista. Me hizo sentir que realmente mi sueño y mi deseo de ser músico estaba en buen camino», explicaba.
Desde entonces, Betto ha experimentado un camino repleto de subidas y bajadas, lleno de cambio y sacrificios. «Avanzar a veces también conlleva a la familia», admitía y lamentaba: «A nivel personal, yo no suelo contar mucho; pero no he tenido un apoyo. (…) Puedo tener en mente tres o cuatro personas directas que han creído en mí». Sin embargo, el recorrido también ha sido un aprendizaje y ahora sabe que no hay que dejar que la desconfianza ajena influya y que lo más importante es confiar en uno mismo, luchar, tener fe y no esperar nada de nadie. «Puedo entender que la familia a veces quiere que trabajes, que estudies y tengas una profesión mucho más fructífera a nivel económico. Lo entiendo por parte de unos padres», aseguraba; pero él siempre quiso ser cantante. Quería estar con su comunidad y servirle, hacer canciones positivas, hacer su música y aportar con ello su «granito de arena». «Mi madre también quería que yo estudiase, que fuese un ingeniero, como mis hermanos, que fueron a la universidad», recordaba y añadía: «Puedo entender por qué ella no va a mis conciertos, pero, sin embargo, con lo que he conseguido, cuando salgo en los medios, en la tele, en los periódicos, cuando me reconocen… creo que a lo mejor siente algo de orgullo con lo que hago».
Y es que es para estar orgulloso. Más de veinte años buscándose la vida. Siguiendo un eje, con disciplina y perseverancia y, aun así, con la sensación de que debería dar «más, más y más». «Yo os lo digo. Lucho mucho, trabajo mucho, meto muchas horas en mis artes. Tengo un trabajo normal, pero además puedo meter cada día desde 5 hasta 8 horas de trabajo, ensayo, composición, creación de artículos, de mis propios diseños de ropa…», enumeraba definiéndose como «un tío más que está haciendo sus cosillas», «un currelas» que, aunque desconoce si habrá quienes le consideren un referente, sabe que tiene a muchas personas mirándole, pidiéndole consejo y que él, por supuesto, está siempre dispuesto a ayudar. «Si no miramos por el resto y somos egoístas no avanzamos. (…) Llevo entre 150 y 160 conciertos en mi carrera, muchos de ellos gratis para asociaciones culturales, para que puedan visibilizarse y recaudar fondos. No es cuestión de economía, es que si puedo colaborar y está en mis manos lo haré», aseguraba. Gracias a ello, sabe que cuando a veces «toca puertas», recibe con reciprocidad lo que da y se topa con personas que sin medias tintas le dicen: «Sí, lo hago».
Además, ahora, centrado en ampliar horizontes, Betto insistía en su negativa a «encasillarse». «Soy un tío diverso. La diversidad para mí es clave», aseguraba. Así que, aunque el rap es su estilo de música favorito, aprovecha la libertad que tiene como artista para expandir su arte: «Nunca tuve miedo a probar nada. Ahora mismo llevo tres o cuatro años dando la vuelta a mi arte. Hago reggae, me he adaptado y, de hecho, próximamente publico una canción nueva de reggae con Denjah Man. El afrotrap también me gusta muchísimo y llevo tiempo dándole caña». Gracias a esta variedad, canciones como Moto (afrotrap) o Contra la pared (reggaetón dancehall) son las primeras en sus listas de reproducción. Aunque en sus conciertos siempre hay hueco para recordar los inicios. «Mi Música es de las canciones con la que siempre intento abrir en los conciertos para que la gente sepa que en ese directo de hora y media van a escuchar canciones de ese palo. Es un tema que me gusta y hago a capela. Mi Arte, también con mucho sentimiento. Cama de Cartón, para tocar la sensibilidad de las personas. A nadie le importa, que la hago con mucho cariño y, de hecho, vamos a hacer una versión en este concierto; y los afrobeats que estamos haciendo, muy diferentes, pero, en todo ello, aunque sean temas bailables, hay un mensaje: ‘Voy a bailar, pero tengo conciencia’», adelantaba sobre el concierto con el que este 26 de octubre llenará la sala de Bilborock. Un encuentro del que buena parte de los beneficios se destinará a proyectos socioculturales y en el que se acogerá a muchos artistas invitados, como Afrika Bibang, Maloa Brothers, los chicos de African Vives Dance; o Carmen y Natalia, artistas de viento. «Va a ser una buena sorpresa. Tenemos que seguir apoyando a los artistas locales; os digo que va a ser un buen concierto», terminó asegurando.
Muy buen artículo. A seguir trabajando.