Por Laura Fontalba
El pasado viernes, Safia El Aaddam presentó su libro «Hija de Inmigrantes« en la librería Louise Michel, en Bilbao. Un libro cuyo tema principal aún está muy invisibilizado: la salud mental de las personas migrantes y de la infancia migrante.
Esta novela cuenta cómo Lunja, hija de inmigrantes en Catalunya, descubre que sus traumas actuales tienen origen en su infancia a causa del racismo institucional y la estructura social que afecta a niños y niñas migrantes, más aún si conviven en entornos empobrecidos. Safia El Aaddam habla de pobreza institucional porque la ha presenciado y la ha vivido. Desde hace mucho tiempo, comparte historias en Redes Sociales. Gracias a ello, comenzó a observar una gran conexión con la gente, lo que le motivó a escribir esta novela: «Es una novela ficcionada pero es una realidad. Se basa en vivencias personales, familiares o que me han ido llegando», explicaba.
Durante el encuentro, Safia habló sobre las dificultades que surgen al migrar, la carga emocional y psicológica que esto conlleva, y la desprotección que existe en torno a la infancia migrante. «Dejar tu país con tu familia, ir a un país diferente, con una cultura, lengua, sistema burocrático y sociedad que te rechaza, hace que el duelo migratorio se complique. No es de extrañar que personas migrantes, sobre todo del sur global, acaben con estados de ansiedad y depresión», aseguraba. Una situación que, a sus palabras, se vuelve mucho más complicada cuando se trata de personas migrantes desde países africanos o en los que no se habla español, cuyos hijos e hijas, al llegar aquí, tienen que cargar con ese peso antes de tiempo: «cargar con la mochila de responsabilidades que las instituciones vuelcan en ellos». Esto se debe a que, a pesar del aumento de las migraciones, ciertos recursos imprescindibles no se han aumentado.
En su libro, Safia expone estas situaciones. Situaciones en las que hijos e hijas de inmigrantes tienen que hacer de intérpretes y traducir conversaciones muy complejas que, después, repercuten en su vida adulta. «En general, la mayoría de los servicios sociales son estructuralmente violentos», aseguraba Safia; con lo que hijos e hijas de inmigrantes tienen que enfrentarse a la traducción de temas que, en la mayoría de ocasiones, ni comprenden; como el retiro de la custodia o la vuelta al país de origen. Este papel de «intérprete» se extiende a su día a día. Por ejemplo, en Sanidad, niños y niñas se ven obligados a enfrentarse a temas para los que no están preparados: «Se habla cero de la salud mental de la infancia migrante». Safia ponía de ejemplo a un niño que deba traducirle a su madre que tiene un tumor: «Una situación que, vista desde la infancia, puede significar el fin de la vida de su madre. Eso en la adultez se paga caro».
Siguiendo un hilo similar, Safia expuso «la etiqueta de inmigrantes»; sobre cómo los padres y madres migrantes conviven con el estrés y la nostalgia de haber abandonado su país de origen, con sueños frustrados, con el deber de asumir que sus hijos e hijas son nacidas aquí, que la educación no será la misma, la sanidad tampoco, etc. Padres y madres atraviesan procesos de ansiedad al vivir en un país que no sienten como suyo, aunque sí tengan el suyo. ¿Pero qué ocurre con los hijos e hijas de estas personas? «Los hijos e hijas de inmigrantes se sienten como extranjeros infinitos. Este país no te reconoce y al viajar al país de tus padres tampoco sientes ser de allí», lamentaba Safia.
Una situación que empeora a causa de las trabas que se interponen para conseguir la nacionalidad. Safia lo contaba desde su propia experiencia. Ella, nacida en España, solicitó la nacionalidad a sus 18 años, recientemente —ahora tiene 27—, se la han concedido. «Hay personas que incluso han sido expulsadas al país de sus padres sin haber vivido nunca allí y habiendo nacido en España», aseguraba. Las listas de espera de, al menos, dos años, no son el único handicap. Los exámenes de «españolidad», que suponen el pago de altas tasas económicas —casi 500 euros— excluyen de esta posibilidad a muchas personas. Conoce casos cercanos de adolescentes, nacidas en España, que se han examinado para conseguir la nacionalidad y les han suspendido por «falta de integración».
Aunque se promete que el NIE ofrece los mismos derechos que la nacionalidad española, Safia siempre ha sabido —y ha experimentado— que no era cierto. «¿Para ellas los mismos derechos qué son?», se preguntaba Safia, y añadía: «Trabajar según en que, porque no puedes ser funcionaria. Aunque tampoco se imaginan a las personas migradas en puestos así, liderando partidos o como maestros. Y nos prometían que con el NIE podríamos hacer cualquier cosa, pero nos dejaron sin voz ni voto». Una realidad que llevó a Safia un paso más allá, hacia la creación de la iniciativa: «Cede tu voto». Una campaña mediante la que, simbólicamente, personas que no quisiesen votar podía ceder su voto a quienes sí quisiesen. «Todo fue bien hasta que partidos de la derecha comenzaron a incomodarse. Partidos de extrema derecha me denunciaron incluso a la policía; aunque lo archivaron porque era algo simbólico», explicaba.
Para Safia, la falta de referentes también es un problema, pues es difícil que niños y niñas imaginen futuros alternativos si, por ejemplo, entre su profesorado no encuentran personas migradas: «Crees que estas situaciones ocurren porque tú no valdrías para estar en ese puesto» —y añadía— «Hace falta una reestructura y una reeducación». Unido a ello, Safia criticó las elevadas cifras a pagar por los materiales escolares, que, desde la infancia, hace que niños y niñas se enfrenten a diferencia de clases, cuando el acceso a la educación no debería ser un privilegio. «La escuela no es un lugar seguro para los niños y las niñas», terminó asegurando Safia.
Estos son sólo algunos de los entramados que Safia, mediante la historia de Lunja, expone en su novela. Una novela de ficción, pero que permite ver la infancia migrante desde lo más profundo de su realidad, pues plasma todas aquellas situaciones a las que hijos e hijas de inmigrantes se enfrentan; situaciones que ponen en juego su salud mental.