Por Laura Fontalba
Los años 80 en París, así como en muchos otros lugares de Europa, estuvieron marcados por un contexto en el que nazis y fascistas campaban a sus anchas. «En 1984 nos tocaba correr mucho», relataba Jeff, cofundador de Red Warriors: «Si querías ir a comprar algo al rastro tenías que ir con cuidado, si querías comprar un disco, ir a un concierto… podías terminar con una pierna rota, heridas, sin chaqueta, sin zapatos… lo que querían, te lo quitaban». Conoció a Julien Terzics cuando apenas tenían 15 años. Lo que comenzó siendo una amistad, terminó convirtiéndose en familia. Un día, de fiesta, decidieron que el miedo tenía que terminar. «Inventamos el nombre, inventamos el código… y, al día siguiente, empezamos a ir a patrullar al metro, a la New Rose, a la tienda de discos… Y empezamos a reclutar gente». Lo que comenzó como un grupo de unas 14 personas, terminó convirtiéndose en un movimiento de más de 60; y en un ejemplo de lucha contra el fascismo callejero. A partir del 86, la tranquilidad a la que los fascistas se habían acostumbrado empezó a terminarse.
«Red Warriors era el primer movimiento organizado de plantar cara al fascismo, sin ningún tipo de miramiento, y a través de cualquier medio que fuera necesario», relataba Ramiro Gómez, miembro de las Brigadas Antifascistas, BAF, en Madrid. Fermín Muguruza, de Kortatu y Negu Gorriak, fue espectador directo de todo aquello. En sus inicios, muchas personas con estética skin comenzaron a acercarse creyendo que Kortatu no era un grupo abiertamente antifascista. Esta confusión se repitió mucho más con su primer disco y las primeras salidas de Euskal Herria a otras comunidades del Estado español como Madrid, y fuera de este, como Francia. «Teníamos muy claro que en el segundo disco de Kortatu tenía que aparecer la palabra antifascista en la misma portada. (…) Decidimos que los nazis no podían entrar a nuestros conciertos. Para eso se necesitaba un grupo de autodefensa; un grupo de seguridad que no les permitiera entrar». En el 87, una gira europea les llevó a Francia. Fue entonces cuando conocieron a los Red Warriors y a Julien. «En todos los conciertos que hacíamos había seguridad; Julien fue uno de los que venía siempre», recordaba y añadía: «Era muy curioso que fuera él la clave implacable en cualquier tipo de pelea; era implacable en combate, pero también con el corazón que tenía gigantesco, con su vanidad y con su sonrisa». Poco a poco, comenzaron a recuperar la estética skin que los fascistas habían usurpado; hicieron parches con los que diferenciarse, estrellas rojas… y reforzaron la seguridad en sus espacios: «En Kortatu dimos unas cuantas hostias».
Esta necesidad de seguridad no sólo se veía en los espacios culturales, sino que se desplazó a las calles y a todos los ámbitos de la vida. En los años 90, Madrid empezó a vivir un contexto similar a lo ocurrido en las calles parisinas. El auge del fenómeno nazi-skin llegó a la capital, donde comenzó a normalizarse que grupos de más de 20 nazis, con esvásticas, camuflaje y armados llegasen a cualquier lugar, a cualquier hora del día, a hacer cualquier “salvajada” con total impunidad. «A finales de los años 90, con el asesinato de Aitor Zabaleta, en 1998, se vuelve otra vez, poco a poco, a reorganizar la violencia fascista. (…) Las palizas y los apuñalamientos se empiezan a repetir cada fin de semana», lamentaba. El auge de la violencia fue aún más amenazante para ciertos grupos sociales: personas migrantes, trabajadoras sexuales, personas sin hogar… que vivían su día a día bajo el peligro de que grupos armados les golpeasen hasta morir. «Se iban a un bar, se emborrachaban y a la que estaban borrachos salían y se quedaban en la puerta pegando a cualquier persona que se cruzase. Pero es que a menos de 100 metros con contacto visual directo estaba la policía», explicaba Ramiro.
Las asociaciones vecinales comenzaron a presentar notas de prensa intentando llamar la atención sobre lo que estaba ocurriendo, pero no había respuesta para frenarlo; las agresiones seguían sucediendo. «Un grupo de personas del barrio que éramos muy jóvenes nos tuvimos que juntar, armarnos de palos y decir: La única opción que tenemos es expulsar a esta gente físicamente de nuestro barrio. Ni la presencia policial, ni las denuncias de los vecinos, ni nada consiguió que dejase de haber apuñalamientos y palizas». Fue entonces el momento de que las BAF irrumpiesen en Madrid. «Fue acercar a la cerilla algo de gasolina en el momento exacto, porque había muchísima gente que estaba sintiendo lo mismo», relataba Ramiro. Personas que militaban en diferentes asociaciones y colectivos, con diferentes ideologías –anarquistas, comunistas…– se unieron por una cosa clara: El odio que profanaban hacia la ideología fascista. Y sabían que sólo había una forma de combatirlo: ir a hostia limpia. «Con esa gente no había un diálogo posible. (…) Cuando hay una persona que su lenguaje es la violencia y el odio hacia todo lo que sea diferente no hay otra forma de actuar».
Poco a poco, empezaron a vivir dedicados a la investigación y los seguimientos. Comenzaron a entrenar deportes de contacto para estar preparados, porque los fascistas se caracterizaban por el culto al cuerpo, al gimnasio y a los deportes de combate; en palabras de Ramiro, eran “cuchilleros” que “no tenían ningún respeto por la vida”. «Todo lo que llevábamos, toda nuestra estética, toda nuestra indumentaria estaba preparada para el combate. Es muy feo y lo último que quiero transmitir es que nosotros disfrutásemos; bueno, a veces sí –bromeaba–; pero yo hubiera preferido pasar mi juventud aprendiendo a tocar la guitarra y siendo muy feliz por la vida, pero no podía hacer eso. No había eso. No sólo por mí, porque yo podría mirar para otro lado, disimular mis pintas y haber pasado desapercibido, pero pensaba: ¿cómo se va a quitar el color de piel alguien a quien sólo por eso ya lo van a querer matar? o ¿cómo esta persona que está durmiendo en la calle va a escapar de esta realidad? No, yo no puedo mirar para otro lado. Tengo que enseñar por fuera lo que pienso por dentro; y tengo que involucrarme directamente de manera seria en que el entorno de mi ciudad sea distinto cueste lo que cueste». Por aquel entonces, ya era habitual la emisión de comunicados en los que se solicitaba al Gobierno, los jueces y las instituciones que detuviesen el auge de la violencia y la ilegalización de grupos nazis; pero desde las BAF sabían que nadie iba a interceder por ellos. Por eso decidieron crear su propio medio: Ahora o nunca. En sus páginas remarcaban la importancia de la unidad y la organización para combatir el fascismo de las calles. «Tú eres uno, pero con tu colega sois dos y con vuestros colegas de aquí sois cuatro, con los del barrio de al lado sois ocho; si os organizáis, os decidís y tiráis para adelante, vais a ganar. (…) Fue muy importante porque, desde entonces, se creó una generación de antifascistas con un espíritu combatiente, con un espíritu luchador muy grande». relataba él con orgullo.
Durante años, hubo muchos sucesos que constataron esta realidad. Las manifestaciones organizadas por neonazis eran habituales; pero cuanto más insistente eran sus ansias por hacerse ver, más respondía el movimiento antifascista. El 11 de noviembre de 2007 fue un punto de inflexión. El partido de extrema derecha Democracia Nacional había convocado una manifestación en Usera, un barrio obrero y migrante de Madrid. Como siempre, conscientes del tono amenazante de aquella movilización, colectivos antifascistas convocaron una contramanifestación para frenar el paso de la extrema derecha por dicho barrio. «Todos sabemos lo que ocurrió, que cuando el grupo antifascista se estaba dirigiendo a esa zona, un neonazi militar profesional le clavó un cuchillo en el corazón a un chico de 16 años, Carlos Javier Palomino, matándolo instantes después. (…) Lejos de atemorizarnos, aunque hubo gente que se asustó y muy respetablemente, se quedó muy impactada y se fue a su casa; fueron los que menos. Salimos a la calle, desafiamos absolutamente todas las prohibiciones que nos pusieron, porque lo que sabíamos es que la muerte de un chico de 16 años era algo que no tenía marcha atrás y que lo iban a pagar», recordaba Ramiro.
Así, cada 11 de noviembre, comenzaron a realizar acciones coordinadas: las fuentes más grandes de Madrid tintadas de rojo, sedes de medios de comunicación atacadas por su manipulación… Incluso llegó un momento en el que se comenzaron a hacer estas acciones la noche anterior, pues el día 11 siempre había dispositivos policiales a la espera de que pasase algo: «Todos los 11 hubo actuaciones, todos los 11 hubo flores en la puerta del metro, y no sólo eso, sino que, desde entonces, no dejamos de contestar ninguna convocatoria fascista». Este giro no sólo fortaleció a los movimientos antifascistas, sino que hizo mella en los grupos fascistas, que comenzaron a sentir temor. El miedo estaba empezando a cambiar de bando. El movimiento antifascista era muy consciente de que, si se ponían “delante del cuchillo”, iban a evitar que otras personas sufriesen ese ataque. Era una violencia “cruda, fea, extrema y horrible”: «Esto no era porque nos aburriésemos, fuéramos violentos y quisiéramos dar rienda suelta a nuestra frustración contra cualquier enemigo como decían en los medios. Nosotros teníamos muy claro cuál era el precio que había que pagar, pero también qué era lo que íbamos a conseguir y a qué gente íbamos a proteger». Grupos como las BAF ofrecieron espacios de “oxígeno” que permitieron a muchas otras personas empezar a involucrarse en sindicatos, colectivos, asociaciones, asambleas, centros sociales… sin el temor a una amenaza constante.
Ahora, el panorama fascista vuelve a su auge. Ya no desde la absoluta violencia, ya no se reducen a lo clásico, sino que intentan “diversificar sus prácticas”. Movilizaciones fascistas en Ferraz (Madrid), el auge de Euskal-nazis en Euskal Herria; el Frente Obrero con ideario fascista, pues comparte discursos sobre inmigración maquillándolos con discursos obreristas; Casa Pau; Hogar Social Madrid; e incluso fascistas haciendo rap son sólo algunos de los ejemplos que acaparan hoy en día el panorama. «Están bastante envalentonados y preparados. Se han fortalecido los núcleos duros. Alberto Pugilato, un nazi mítico, que le pegó a un cómico. Presencia nazi e intimidaciones en las acampadas a favor de Palestina. En el Partido de Marruecos con España también salieron los de Alianza Nacional a por marroquíes… (…) Desde el 2015 hasta el 2019, hubo cada año 35 atentados y, en 2019, hubo 89 muertos en todo el mundo por la violencia fascista», enumeraba uno de los militantes del Movimiento Socialista, que explicaba cómo han ido “amoldando el discurso”. Ya no se habla de razas sino de culturas diferentes, del choque con ellas, de la inseguridad en los barrios, de la dictadura progre, de la simbología de género…: «Los partidos y los grupos que están teniendo expansión han dejado la esvástica en su casa y se visten de otra manera», explicaba y añadía: «Los fascistas si han sido algo en la historia o si han tenido una relevancia clara ha sido en ser los perros de presa de los poderosos y de la burguesía. La cara más dura, que sometía a la clase trabajadora y, más en concreto, a los sectores más desprotegidos, a los excluidos: a los pobres, a los sintecho, a las mujeres, a los trans… (…) El fascismo ha sido utilizado para someternos y así mantener el orden social, y eso ha quedado claro siendo fascismos históricos, pero también en la convivencia que se ha tratado antes entre las estructuras del estado y los fascistas. Es decir, había una complicidad y sigue habiendo una complicidad entre la policía, los jueces y demás».
«Ahora nos vemos que estamos más desmovilizados, que hay más apatía y que ellos están creciendo», lamentaba Ramiro. Y es que la frustración ha acaparado muchos grupos sociales, que ven cómo ni siquiera hace falta a fascistas para que se refuercen las ideas autoritarias. Se está perdiendo la esperanza de que pueda existir una alternativa justa y para la emancipación de las personas, pues incluso cuando se vota a opciones “supuestamente alternativas al fascismo” se aplican las mismas ideas. «Las políticas más duras contra los inmigrantes no son hechas por los fascistas, sino planteadas y ejecutadas por la unión europea. Es decir, los estados de todos los colores aceptan esta tendencia autoritaria y la están aplicando. Tenemos cada vez menos derechos políticos, la pobreza la perpetúan igualmente los estados que la fortalecen; la tendencia bélica y de la militarización se está dando en todos los sitios gobiernen los fascistas o no. Lo que pasa es que el fascista o el fascismo sería como el alumno más aventajado para esta tarea, no sólo porque golpea, sino porque convence a los demás de la clase de que hay que golpear a ese que está debajo», explicaban desde el MS. «Pero eso no significa que no tengamos la capacidad de darle la vuelta a la tortilla», alentaba Ramiro.
Históricamente, el fascismo ha demostrado que, si no se le hace frente, crece. Por eso, Fermín, Jeff, Ramiro… o movimientos más amplios como el MS refuerzan tanto la importancia de la unidad y la organización. «¿Tú como frenas a 2000 tíos que vienen dispuestos al combate?», se preguntaba Ramiro y respondía: «Antes de ser 2000, son 500, antes de ser 500 son 100, y antes de ser 100, empiezan siendo cuatro idiotas en un parque (…) Frente a la violencia de neonazis sólo hay una serie de cosas que se puede hacer: o huyes de ella y miras para otro lado; o te organizas y le haces frente. Un grupo de neonazis frente a un grupo organizado popular siempre va a acabar retrocediendo. El movimiento antifascista organizado siempre va a poder con el enemigo». De hecho, es importante señalar y recalcar que esa auto-organización no sólo libera las calles de violencia, sino que da la oportunidad de encontrar la emancipación; la defensa de derechos humanos y políticos como la vivienda universal, de calidad y gratuita; o espacios accesibles para el ámbito cultural y artístico. «Si los fascistas campan a sus anchas, ni este gaztetxe de Zorrotza, ni este hitzaldi se podrían hacer», puntualizaban desde el MS. «Evidentemente, nosotros estamos en el bando correcto», terminó sentenciando Ramiro.
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