Tras el incendio que terminó en septiembre con el mayor campo de concentración para solicitantes de asilo de Europa, Moria, y después de que miles de personas pasaran 9 días con sus noches en las carreteras, soportando un casi asedio por parte del estado griego que impedía que se les auxiliara en las necesidades más básicas, el gobierno de Grecia, junto con ACNUR-Grecia se felicitaron por haber construido en cinco días un nuevo campamento donde encerrar las ansias de libertad de todas estas personas. Se les llenó la boca vendiendo todas las comodidades que en él iban a encontrar nuestras compañeras (los servicios disponibles, baños, duchas,… hasta wifi!).
Todo una enorme mentira. Más de tres meses después de ‘obligarles’ a entrar en él, humilladas, bajo la amenaza de paralizar su petición de asilo si no lo hacían, quienes en el campo de Moria 2.0 se encuentran encerradas continúan viviendo en carpas de verano en las que se filtra el agua cuando llueve; están pasando muchísimo frío y hambre; continúan sin agua potable corriente; no hay electricidad por las noches; son multadas con 300 euros si no llevan la máscara para protegerse del covid, a pesar de no poder ni mantener las distancias establecidas ni las medidas de higiene requeridas para ello…
Tan clara y tan grande es la mentira, que el gobierno ha prohibido que quienes trabajan en el campo saquen imágenes o información de lo que ahí dentro oigan o vean… Pero seguiremos sabiéndolo y contándolo!
A nosotras, activistas que estamos en Lesbos, todo lo que sucede en torno a Moria 2.0 -y anteriormente en Moria- nos lleva a cuestionarnos quién tiene derecho a los derechos y libertades fundamentales. Porque la realidad que vemos cada día desde los estamentos oficiales en forma de condiciones inhumanas de vida, represión y montajes policiales, o violentas deportaciones que nos demuestran que éstas no son meros trámites burocráticos como dicen, nos enfrenta con la realidad de las personas peticionarias de asilo con las que estamos a diario y a quienes reconocemos como portadoras de derechos lingüísticos, culturales y religiosos diversos, cuyo status no puede reducirse a unos ‘documentos legales’ y al proceso burocrático a través del cual están siendo criminalizadas.
Nuestra colaboración, al igual que sus reivindicaciones, tiene que estar hecha, no desde la caridad sino desde el lenguaje de la Justicia Social. Y, sin embargo, la respuesta que estamos viendo que están dando Europa, América del Norte y Oceanía es limitar cada vez más estos derechos y libertades fundamentales, a medida que el desplazamiento y las presiones migratorias ponen a prueba los límites de un espíritu democrático compartido, en el que nos dicen que basamos nuestra sociedad.
No podemos olvidar que Grecia es la cuna de la democracia. Pero no podemos no gritar que la democracia europea, la occidental (también la de los EEUU), la primermundista (también la de Japón y la de Australia) no es más que una perversión política pintada de libertad por el heteropatriarcado capitalista.
Decimos ser el Faro de la Libertades en el Mundo, pero nuestra Europa, Estados Unidos, Japón y Australia asesinaron ya hace años los Derechos Humanos (que este diciembre cumplirían 72 años) para la mayoría de la población del planeta, no solamente para nuestras compañeras migrantes.
SC Nátzab, Mytilini, Lesbos (Grecia)