Manifestación: No a la caza con Galgo y otras razas (Bilbao)
Este domingo 5 de febrero, la ciudad de Bilbao y de la mano de Troylo, protectoras, organizaciones, konpartsas y partidos políticos, se han sumado a más de 25 ciudades del estado español, a la manifestación nacional que partió desde el teatro Arriaga hasta la explanada del museo Guggenheim, organizada por la plataforma NAC (No a la Caza) para denunciar el maltrato y abandono que sufren los perros utilizados para la caza.
COMUNICADO
Cuando la pasión es matar la sangre que se derramará puede ser de cualquiera, por eso la acción de los cazadores va dejando cadáveres de todas las especies, incluidos los de sus perros, incluida los de humanos.
¿Cómo es un cazador?
Verse ante el espejo, no encontrar la hombría allí donde y como algunos la entienden y tapar la desnudez que acompleja con ropa de camuflaje y rellenos de acero. Mirar a los ojos de la gente común, no descubrir admiración según la anhela la depravación y buscar entonces en la barra de un bar de carretera la envidia de otros que se apoyaron en ella por los mismos motivos y con idéntica indumentaria. Encontrar a la víctima más indefensa para ejercer la violencia de especie dentro del matrimonio con la ley, y a veces, cuando la sed de sentirse poderoso es ya incontenible, también fuera de él. O en aquellos lugares donde todo es posible si se tiene dinero para pagar el precio. Reírse del sufrimiento ajeno sin una sola carcajada en la mirada. Cualquier trastornado, hasta el más cobarde, incluso el más cruel puede mover a voluntad los músculos de su boca para fingir hacia afuera, pero no podrá impedir que a través de sus ojos asomen las patologías que carga dentro de sí.
Lo llaman deporte pero uno de los que participan jamás eligió intervenir. Llenan el maletero de sus coches de cadáveres y dicen que es sostenibilidad y conservación. Aman disparando y respetan acuchillando cuando ya no puede defenderse el objeto de su respeto y de su amor. Y en el paroxismo de la perversión se fotografían sosteniendo la cabeza de sus muertos con las manos, o haciendo que poseen sus hijos pequeños mientras vuelven a sonreír, más que nunca, como lo hace cualquier psicópata una vez consumado su crimen. Fanfarronean y a menudo acaban discutiendo. Pasan de presumir de cómo burlaron al Seprona a enfrentarse porque “mis perros son mejores y los tuyos no valen ni para tomar por…”. Y en su mesa, aun con tanto ponerlas encima a ver cuál la tiene más grande, no se ve más que vasos, tabaco y móviles.
En el suelo la sangre de sus víctimas, también la de sus perros. Los malos porque no servían y los buenos porque se hicieron viejos, se hirieron o se pusieron enfermos, y charcos de testosterona de cazador, inestimable caldo de cultivo para las conclusiones del profesor Rojas Marcos, pero ellos prefieren leer los artículos de Caza y Safaris o el foro de club-caza.com. Allí, entre iguales, los espejos son como el de la bruja de Blancanieves, la hombría se mide en centímetros de cañón y se pesa en kilos de verraco. En España se sienten a gusto. Les respalda la ley, incluso cuando se la saltan, y desde reyes hasta parados pasando por dentistas, ministros y banqueros, encuentran bares donde beber alcohol antes de cazar y donde pedir otra botella después. Eso sí, han forrado de plásticos el maletero, que la sangre que no mancha conciencias echa a perder tapicerías.
Cazador: individuo que tejiendo su hombría con la cobardía y la crueldad se ve siempre desnudo. Y vuelve a matar.
Sin olvidar que el que caza raposos en Ourense de poder hacerlo mataría leones en Zimbabwe. Diferenciándoles el dinero les iguala el placer que sienten al disparar. Si para vosotros, cazadores, acosar y acorralar a un animal es signo de ese respeto que juráis que todos ellos os merecen. Si pegarle un tiro y rematarle con un cuchillo, provocar que huya herido hasta que la hemorragia doble sus patas y detenga su aliento, es una prueba de amor. Si condenar a crías a la agonía tras matar a su madre, hacer que abandonen su entorno y deambulen buscando alimento y refugio, si ofreceros solícitos cada vez que veis la oportunidad de hacer una limpieza de perros y gatos para un ayuntamiento sin escrúpulos, si exigir que se pueda cazar en zonas protegidas es señal de inquietud ecológica. Si disparar+, arrojar a un pozo, ahorcar o arrancarle el microchip a un perro escarbando con una navaja para abandonarlo después, si ser responsables de la muerte de decenas de humanos no es más que deporte y+ un fatal accidente, no son nuestras palabras las que os describen sino vuestros actos.
Sí, sin duda para vuestros cerebros ávidos de plomo y sangre, amor y violencia son dos cuestiones indisolubles, y qué mejor muestra que lo que dice en la página de la Real Federación Española de Caza: “El verdadero cazador, ama mucho más a los seres vivos y salvajes que la masa media y tierna de sus detractores. La caza está más cerca del amor que de la violencia”.
Hay personas que se ponen el despertador, como vosotros, como yo, pero que lo hacen para levantarse a matar, por matar, y movidos por ese deseo no encuentran límites ni en la moral, ni en la razón, ni en la ley, una ley que los sigue protegiendo.
Y por eso estamos aquí, compañeras y compañeros, para que esas leyes se modifiquen, para acabar con esta colección deportiva de perros muertos, de animales de tantas especies muertos, de humanos muertos, y para decirle a los cazadores que porque sabemos lo que realmente les mueve, lo que son y lo que hacen, seguiremos cada día luchando por sus víctimas y contra ellos. Sin descanso.