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Reconocimiento a Ongi Etorri Errefuxiatuak en el libro “Faros en las tinieblas” de Ina Robles y Joan Solé

El libro “Faros en las tinieblas. El activismo que redime a la humanidad”, escrito en catalán y castellano, muestra ochenta activismos humanitarios y ambientalistas actuales, entre las iniciativas más nobles y emblemáticas de todo el mundo.

2021-02-13T16:02:29+01:0013 febrero 2021|Libros, Ongi Etorri, Refugiados|2 Comentarios

Ante la situación crítica del planeta (pandemia, emergencia climática, desigualdades, resurgimiento de regímenes autoritarios…), la parte más consciente de la humanidad se ha organizado en movimientos activistas que protegen ámbitos de respeto, dignidad y vida.

El libro Faros en las tinieblas. El activismo que redime a la humanidad, escrito en catalán y castellano, muestra ochenta activismos humanitarios y ambientalistas actuales, entre las iniciativas más nobles y emblemáticas de todo el mundo: desde asociaciones de solidaridad con las personas migrantes y desplazadas hasta el movimiento juvenil de resistencia a la emergencia climática, pasando por la defensa de la Amazonía y del Ártico, las denuncias del negocio armamentista y la oposición a los grupos neofascistas, entre otros campos de actuación.

El activista del ecologismo y el pacifismo Ina Robles (conocido por ser el bombero que se negó a participar en un cargamento de armas en el puerto de Bilbao) y el escritor Joan Solé han combinado sus experiencias para ofrecer un panorama del activismo en el mundo, en el que describen los movimientos desde dentro al mismo tiempo que los sitúan en un movimiento global.

Esta combinación permite explicar los movimientos activistas desde dentro, a partir de la experiencia y las relaciones personales forjadas durante 15 años de actividad, y al mismo tiempo, enmarcarlos en una síntesis global del activismo, gracias a años de observación de muchas actuaciones en el mundo.

Mención especial merece el apartado dedicado a la Plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak dentro del capítulo “Personas migrantes, desplazadas y refugiadas” donde se destaca la trayectoria y lucha de esta red a favor de los derechos humanos de todas las personas en tránsito.

El fragmento titulado “Ongi etorri errefuxiatuak. Nadie es ilegal”, se recoge íntegramente a continuación:

“Nosotras seguimos, porque hay que seguir. Es su derecho migrar, y es nuestra obligación luchar con ellas y ellos por todos los derechos, para todas las personas, en todos los lugares.

En enero de 2016 se desplazaban por las carreteras de Europa miles de personas, familias enteras, que huían de los conflictos más sanguinarios de Oriente Próximo y Medio (Siria, Afganistán, Pakistán…) acarreando sus escasísimas pertenencias, ateridas hasta el tuétano, sostenidas solo por la esperanza de encontrar una tierra de acogida donde comenzar una nueva vida digna de ese nombre, lejos de la violencia que asolaba sus países. Nadie debería hallarse en aquella situación, y todos deberíamos tender la mano a quienes se encuentran en ella.

Solo dos meses después Europa empezó a cerrar sus fronteras a cal y canto, decidida a negarles el socorro. Sus dirigentes rehusaban prestar la ayuda humanitaria de asilo que según el derecho internacional suscrito deberían ofrecer a quienes huían de grandes crisis militares o de hambrunas. En vez de acoger con generosidad, construyeron con saña muros de rechazo, unos reales, con vallas, concertinas y cientos de policías y militares impidiendo el paso, y otros, no menos hostiles, burocráticos y legales, que impedían ejercer el derecho a migrar, a moverse por el mundo. Los legisladores empezaron a redactar leyes que limitaban el tránsito, la solicitud de asilo y la obligación de los países a ejercer la acogida.

Las espantosas imágenes de personas privadas de todo, arrojadas a las situaciones más insoportables y expuestas a las inclemencias más severas conmovieron la conciencia de mucha gente. Si se abrigaba algún sentimiento de humanidad no era posible reaccionar con indiferencia ante la visión de aquellas penalidades. Algunas de las imágenes quedaron grabadas a fuego en muchas mentes con la misma intensidad que la de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años muerto en una playa turca: niños tratando de pasar por debajo de alambres de espinos, una periodista húngara poniendo una zancadilla a unos refugiados que intentaban huir de un cordón policial, personas tratando de entrar en calor a la intemperie con temperaturas bajo cero…

En Euskadi, vascos y vascas activas en distintos movimientos sociales reaccionaron a aquella terrible crisis con la voluntad de abrir un espacio de lucha por las personas forzadas a migrar. Su primera iniciativa fue organizar en Bilbao la manifestación celebrada el 27 de febrero de 2016 simultáneamente en distintas ciudades europeas para exigir pasaje seguro en los desplazamientos de los migrantes a Europa. En la concentración bilbaína se encontraron manifestantes incapaces de aceptar que la muerte de centenares de seres humanos desatendidos en el mar o en las carreteras se convirtiera en un elemento cotidiano e irrelevante de sus vidas. Aquel día afloró una sensibilidad social, una compasión y una solidaridad que necesitaban organizarse y articularse para no quedar reducidas a un desahogo emocional efímero.

Muchas organizaciones vascas asistieron a las reuniones preparatorias de la manifestación y muchas más, hasta cien, dieron su apoyo a la convocatoria. La asistencia de tres mil personas en un día lluvioso y frío confirmó que era preciso dar continuidad a esta lucha. Ongi Etorri Errefuxiatuak (‘Bienvenidas, personas refugiadas’) se constituyó entonces como una plataforma, una red o coordinadora de ciudadanos deseosos de emprender una lucha política unitaria en un nuevo movimiento social que tuviera como principal objetivo apoyar a las personas desplazadas. Todos los integrantes compartían la convicción de que en ningún lugar del mundo hay personas sin derechos, y la aspiración de que en Euskadi fuera dominante la idea de que migrar es un derecho y no un delito. Querían que el egoísmo dejara de ofuscar la mente de quienes no veían lo obvio: que nadie migra por capricho, sino por desesperación, y que la humanidad más elemental obliga a tender la mano a quien se halla en semejante desvalimiento.

Desde aquella fecha fundacional de 2016, Ongi Etorri Errefuxiatuak ha mantenido la movilización como caja de resonancia de voces que, por separado, difícilmente podrían hacerse oír. Ha lanzado un clamor en y desde Euskadi contra las guerras brutales, en especial las de Siria y Yemen, que además de muertes producen millones de desplazamientos forzados; también ha alertado a la sociedad acerca de la gravedad de otros fenómenos contemporáneos que causan sufrimiento y movimientos de población, como el cambio climático o las violencias sistémicas. A medida que la Europa fortaleza ha ido creando sus mecanismos legales y administrativos para la denegación de auxilio a personas desplazadas –el cierre de fronteras; la creación de Frontex, la agresiva agencia de vigilancia de fronteras y costas; los acuerdos de la UE con Turquía para la devolución de refugiados llegados a Grecia, y los acuerdos con países norteafricanos para establecer allí muros de rechazo; las ilegales devoluciones en caliente de migrantes sin asesoría legal; las deportaciones; los CIE (centros de internamiento de extranjeros), verdaderas cárceles desprovistas de las mínimas condiciones de salubridad y garantías legales; la negativa de los ayuntamientos a empadronar a personas sin domicilio fijo; la falta de albergues para las personas sin hogar–, la asociación se ha mantenido firme en la defensa de los derechos humanos de todos a fuerza de concentraciones y pronunciamientos.

Ha dado a conocer sus principios humanitarios en manifestaciones contra la guerra de Siria; en acciones de denuncia contra las empresas armamentistas vascas y la connivencia del Gobierno vasco con estas; en su participación, junto con otras organizaciones, en la campaña de acciones contra el embarque de armas en el puerto de Bilbao con destino a Arabia Saudí; y en la producción del documental Gerra Hemen Hasten Da / La guerra empieza aquí, dirigido por Joseba Sanz (véase página 121), sobre la fabricación y comercialización de armamento en Euskadi, que ha descubierto esta letal actividad a miles de espectadores que antes no sabían nada de ella. Otra labor habitual, entre la denuncia y la acción, es la monitorización de todos los barcos conocidos que pueden transportar armas españolas a Arabia Saudí; cuando Ongi Etorri Errefuxiatuak detecta que uno de ellos se acerca a un puerto español, activa la alarma, denuncia la aproximación en las redes sociales e informa a todas las organizaciones y periodistas afines. Con tales acciones consigue llamar la atención sobre estas siniestras cargas y posibilita una respuesta adecuada. Conocedoras de ello, las navieras saudíes han desarrollado procedimientos de ocultación de sus embarcaciones: han repintado los cascos de sus barcos, cambiado sus banderas, falseado los destinos en las hojas de ruta, e incluso desconectado los sistemas de localización obligatorios (lo que supone una falta grave de navegación marítima); medidas que hasta la fecha no han conseguido burlar la vigilancia de quienes defienden la vida impidiendo el comercio de armas.

Ongi Etorri Errefuxiatuak participa en la Alianza contra el Cambio Climático, y está presente en las movilizaciones anuales del Día del Clima. Fue uno de los actores en la contracumbre de Hendaya en el verano de 2019, que se opuso a la cumbre del G7 y sus medidas económicas destructoras del planeta y de vidas humanas. Cada año participa junto con otras organizaciones y colectivos del Estado español en la Caravana Abriendo Fronteras, que se desplaza hasta un destino para denunciar las múltiples violencias ejercidas contra el derecho a migrar: en 2016 a Grecia, en 2017 a Melilla y Almería, en 2018 a la frontera franco-italiana, Sicilia y Riace, en 2019 a la frontera sur en Ceuta y en 2020, adaptando la acción a las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus, en actos simbólicos en Bilbao y otras localidades vascas, una vez desestimada la prevista caravana a los Balcanes.

Junto a esta indispensable tarea de afirmación y resistencia efectivas y simbólicas, la organización ha mantenido dentro de sus posibilidades la atención a las necesidades más acuciantes de las personas desplazadas: alojamiento, empadronamiento, ropa, mantas, alimento, acompañamiento. Sus integrantes están acostumbrados a ofrecer lo que pueden para compensar la indiferencia rácana de las administraciones, y llegan incluso a acoger de manera temporal a personas migrantes en sus propios hogares.

También ha estado atenta a mantener los ideales de su movimiento bien visibles en Euskadi. La bandera amarilla emblemática de Ongi Etorri Errefuxiatuak, que se puede ver en muchos balcones de viviendas, sedes de organizaciones e incluso ayuntamientos, se identifica de inmediato con la solidaridad con las personas migrantes y refugiadas, así como con el rechazo a la política antimigratoria europea. Este símbolo ubicuo expresa a la perfección el planteamiento de la asociación, que lo denomina política de sirimiri: una lluvia suave pero constante, que va calando, porque la tarea de construir una sociedad más justa y humanitaria es de fondo y de largo recorrido. La presencia fija del distintivo amarillo en las calles vascas ha acompañado una serie de actividades coherentes mantenidas en el tiempo.

Son innumerables las acciones que la asociación ha organizado desde 2016, en las que ha vivido momentos difíciles, como cuando dos de sus activistas fueron detenidos en Grecia mientras trataban de ayudar a ocho personas migrantes a acceder a Italia ocultas en una autocaravana. También ha habido momentos emotivos, como la marcha en favor de los refugiados organizada en Gernika en conmemoración del ochenta aniversario del bombardeo, con la participación de unas veinte mil personas; o cada una de las muchas ocasiones en que miembros de la plataforma han representado con sus cuerpos inmóviles en la arena la aparición de cadáveres en playas vascas. Cabe citar así mismo la campaña de empadronamientos, dirigida a exigir a los ayuntamientos que faciliten este trámite imprescindible para disponer de algunos derechos básicos –acceso a la sanidad pública, derecho a la vivienda, inicio de trámites para la reunificación familiar–, y a informar a gente ajena a la organización para que se ofrezca a empadronar en sus propias casas.

Una de las ventajas de haber surgido hace relativamente poco tiempo es que la asociación ha podido estudiar iniciativas humanitarias anteriores, valorar sus aciertos y errores y tratar de conservar los primeros y corregir los segundos. Su modelo organizativo horizontal y transversal implica dificultades desconocidas para los modelos jerárquicos verticales, que solo requieren emitir y cumplir órdenes a través de una cadena de mando determinada por el reparto de cargos. Mantener una asociación entre iguales que aspira a un verdadero respeto y democracia entre sus miembros implica tener las ideas muy claras y aplicarlas con coherencia. Así, Ongi Etorri Errefuxiatuak mantiene estructuras colectivas para la realización de tareas y diversifica las personas que ejercen como portavoces para los medios, a fin de evitar que el movimiento sea patrimonio exclusivo de algunas pocas personas y hacer que siga siendo de todas. La aparición de discrepancias en cuanto a estrategias se percibe como algo normal, inevitable y saludable; lo habitual es buscar una base común que las incluya a todas, pero si se constata que no es posible crearla, se deja que las diversas posturas se pongan en práctica y se retoma la discusión tras contrastar sus resultados. Esta forma de trabajar es uno de los éxitos del movimiento, que ha logrado aunar una gran masa social, con grupos territoriales numerosos en municipios y barrios, además de tejer excelentes relaciones funcionales y sinérgicas con otros movimientos, como el antimilitarista, el feminista o el ecologista.

Ongi Etorri Errefuxiatuak vehicula y expresa una conciencia ética y civil colectiva que, afortunadamente, aparece también en otros lugares. En la península Ibérica merecen mencionarse el Colectivo Caminando Fronteras (véase página 91), la agrupación Pasaje Seguro Ya! Cantabria –que también desarrolla actividades en favor de los derechos humanos de los refugiados y dificulta y denuncia el embarque de armamento en el puerto de Santander– y la asociación catalana Casa Nostra, Casa Vostra (‘nuestra casa, vuestra casa’), igualmente activa en la reclamación del derecho y el deber de acoger a personas migrantes y en la exigencia de regularización de las personas sin papeles. En este contexto, la campaña #PadróxTotes (‘padrón para todas’), exige el empadronamiento de las personas migrantes y sin domicilio fijo para que puedan hacer efectivos derechos fundamentales. Mollet Acull, una de las asociaciones participantes, llegó a presentar en octubre de 2020 un recurso contencioso administrativo contra el ayuntamiento de Mollet del Vallès, municipio barcelonés, por incumplir su deber de empadronar”.

Este libro también está disponible para su compra online en la tiende de ELKAR.

2 Comments

  1. Celia Maranon Martinez 13 febrero, 2021 en 4:49 pm

    Gracias Ecuador Etxea por vuestra correcta información, con la que coincido totalmente, es bonito lo que decís, y ha sido tan bonito todas las vivencias, vivido, conocido, y participado, que es muy difícil poner una nota, pero es lo más importante que me ha pasado, gracias a vosotros., por estar siempre en los lugares para recoger las noticias, sois estupendos

    • Ecuador Etxea 16 febrero, 2021 en 4:16 pm

      Siempre es un placer poder acompañaros Celia!

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